jueves, diciembre 14, 2006

Los años maravillosos



En los tiempos de su majestad Vanilla ice y Milli Vanilli mi más cercano círculo de amistades estaba conformado por una banda de maleantes que pertenecían a una secundaria Federal cercana a la casa y que era a donde iban a parar todos los cabrones revoltosos de la colonia o de aquellos que sus papas pensaban que era justo que la educación la diera el gobierno. -Total ellos pagaban sus impuestos- para disfrazar que les daba codo pagar la colegiatura.

Entre toda esta plaga de malvivientes que hoy son laboratoristas, lavacoches, taxistas, empleados bancarios, contadores o mantenidos, se distinguían 2 que en la cuadra eran conocidos como los pachequines y no sé por que extraña razón mi papá les tomó una especie de afecto que disculpaba que tomáramos caguamas en bolsita, jugáramos billar o que en alguna ocasión nos metiéramos a la sacristía de la iglesia para echarle venas de chiles secos al incensario o a tomarnos el vino de consagrar. En alguna ocasión mi papá invitó los invitó al partido de fútbol y terminaron madreándose con un ruco de la porra rival para el beneplácito de mi jefito que estaba muerto de la risa.

Paco era hijo de un magistrado federal, estaba obsesionado con los camiones, usaba guantes recortados y traia un radio de banda civil en su coche –para cotorreaar con los traileros y taxistas además” era discípulo del “Charandas” un profe de estructuras metálicas que siempre se la pasaba pedo y que tenía un cajón mágico que hasta yo que no era alumno de ese H. centro educativo abría para maravillarme con una impresionante cantidad de navajas, cuetes, pelotas de goma, walkmans y “revistas peladas” que eran decomisadas a los chaquetines.

El otro era el bellísimo abuelo, cuyo apodo degeneró en vejete, betabel, carcamán, viejito y muchos más que no recuerdo. El apodo del abuelo se lo ganó gracias a que caminaba como pingüino con hemorroides, era gordito, tenía los dedos de la manos chuecos, los brazos y piernas más cortos que el resto de la gente y siempre se estaba riendo, se le iba la onda porque era bien pachecote y además su vocabulario estaba compuesto de pocas e inteligibles frases que oscilaban entre el “Dame” “Qué comes” “pendejo” No mames” “Ahí si” y el favorito “oy” que era acompañado de una oscilación del brazo que debido a sus deformidades se convertía en un paso de breakdance.

Dentro de esta secundaria había un boquete que daba a la banqueta, por él entraba y salía a placer de esa escuela y mis amigos también, el problema es que del lado de la escuela era un agujero grande pero hacia la calle una banqueta impedía el paso total dejando una especie de rendija media apretada por allí nos escapábamos.

En una ocasión que el día moría y teníamos unas ganas abrumadoras de echar una caguama en bolsa, pasé por ellos, veníamos caminando por una cancha de volley ball y de pronto sonó el grito de alerta “ahí viene el prefecto” así que corrimos perseguidos por el Bellísimo Polo Polo Polo Polo (el prefecto). Paco y yo salimos sin problemas, pero el abuelo quedó atorado, de un lado nosotros lo jalábamos de los brazos y Polo de los pies, el abuelo gritaba “Suéltenme cabrones” pero ninguno de los 2 bandos cedíamos. Nuestra intención de tomar caguama era más fuerte que el temor a los castigos o mi posible veto de entrar a esa escuela. De pronto el abuelo dejó de quejarse, empezó a reírse y a decir: “esto ya valió madre”, que le suelta el freno al clutch y que se tira un pedote de repetición así como esos conocidos como ametralladora en la jeta de Polo que obvio lo soltó y nos permitió la acción de rescate que festejamos con nuestras merecidas caguamotas en la tienda de Doña Pelos.

Desde ese día el abuelito secretamente fue nuestro ídolo. Hoy que se tatuó un tiburón que parece atún, que lava coches de manera profesional y usa unos jeans modelo short sigue provocando la sonrisa y el saludo de mi padre cuando se lo encuentra.
Dr.: ¿Qué pasó Abuelo?
Abuelito: ¡Oy! Nada.. ¿y el Hugo?
Dr: Sigue de baquetón en México.
Abuelito: Oy ¡Hay me saluda al pendejo cuando lo vea!

Tal vez mis amigos no fueron Kevin Arnold o Paul, ni me enamoré de Winnie Cooper, pero sin lugar a dudas mis años también fueron maravillosos.

4 comentarios:

Dr. Muerte dijo...

a mi me gustaba la hija era como la hippie q todos queriamos como novia no?

ya mero pongo mas fotos del santo y demon!

Sir Pitirijas Mcloud dijo...

La hija era la onda, se me hace que era bien sucia.

Bienvenido y esperamos sus nuevas aventuras del santo y demon

Anónimo dijo...

Bah, patrañas, la verdad es que terminé de leerlo sólo por que siempre termino lo que comienzo, pero me parece que eres un tardo burgesito, que cree que los que no lo son, son quienes lavan coches o levantan la basura, claro podrá llamarme resentido social, no lo soy, sólo critico su forma expresarse,es como una mala comedia de cine mexicano.

Luis Covarruvias.

Sir Pitirijas Mcloud dijo...

Efectivamente tu papá ganaba el salario mínimo