domingo, julio 20, 2008

El mundo me lo agradecerá

Como prostituta de la creatividad me he enfrentado a un chingo de productos que se convierten en un reto a la hora de conceptualizar y desarrollar una estrategia de comunicación.

Cuando pensé que la campaña para duchas vaginales era el colmo de o absurdo, me invitaron a recibir un brief de un producto veterinario que funciona como constrictor cardiaco para los perros que padecen enfermedades del corazón ayudándoles a prolongar su vida.

Nunca en mi vida me habia tocado un brief tan bizarro, pero bueno así son los pitches, así que me dispuse a poner el máximo de atención en los pormenores del medicamento ese pa los pinches perros, pero entonces llegó una niña de cuentas con la misión de dizque ampliar nuestros horizontes sobre el tema y convencernos que ampliar la vida de los perros con enfermedades del corazón era un tema trascendente para el calentamiento global y que de eso dependía la reforma energética, el esclarecimiento de la muerte de Colosio, la conservación de la selva tropical chiapaneca y shala la shala la.

Mi concentración estaba enfocada en la posología del medicamento, en el bienestar que les provocaba a los perros en etapa terminal tragarse esas pastillas que aparte de todo tienen un elemento llamado palatibidad que encanta a los gua guas, cuando de pronto la niña de cuentas se quitó su pullover y me demostró que los miércoles también Dios existe.

Hay momentos en que un hombre tiene que tomar decisiones que pueden cambiar el futuro. La mía estaba entre salvar la vida de muchos perros con problemas cardiacos y verle las chichis a la de cuentas. Difícil decisión, pero a final de cuentas hice lo que tenía que hacer por el bien de todos.



Total, los perros también se van al cielo ¿o no?

domingo, julio 06, 2008

As time goes by

Una de las cosas que más extrañaba de la ciudad de mis amores era la posibilidad de sacar un pomo y embriagarme en la vía pública sin motivo y sin ser arrestado. Este viernes después de una pésima comida –pero grata compañía- lo he vuelto a hacer como hace casi 7 años.

El zar de las pieles pasó por mi, compramos un pomo y escogimos una calle para ponernos a chupar, platicar pendejadas de toda la vida y embriagarnos como ayudantes de mago, sin que nada ni a nadie le molestase.


Después de esto me queda claro que seguimos siendo los mismos pendejos de siempre, que allá existen las franquicias más raras de la galaxia, que la peda en la ciudad de mis amores es increíblemente barata, que me hace falta ir más seguido a la tierra de mis mayores y que es verdad; el tiempo y una buena miada lo curan todo.