Arbol que nace torcido

Mi papá siempre ha sido un hombre de los que se conocen como “handyman” que desde pequeño me inculcó muchas de mis virtudes y he de reconocerlo ninguno de mis vicios (esos los agarré en el camino en compañía del dr. Padrino, Puyiki, los Larios y mi familia disfuncional del mundo de la publicidad). Él me enseñó todo lo que un padre debe enseñar a su hijo : leer como enfermo, cambiar una llanta, lavar el auto, escoger lo más fresco del mercado, apoyar al Atlético Morelia en las buenas y en las malas e insultar a los árbitros. También intentó enseñarme a amar a la naturaleza y a convivir con mis semejantes, -pero eso y que me convirtiera en un hombre de bien nunca lo consiguió-.El mayor contacto que aprecio con la naturaleza es una parrillada o caminar por un parque y eso nomás de un ratito.

Yo no entiendo la salvajada del camping, dormir en casa de campaña y no usar la porcelana para tirar la basura y demás sacrificios que la gente hace dizque para convivir con la naturaleza. Hoy en el ghetto en que actualmente desempeño mi labor de figura de respeto se les ocurrió la brillante idea de ir a sembrar arbolitos al Ajusco en aras de que me integre al grupo porque me notan “un poquito alejado de la convivencia” como si comer quesadillas y plantar unas pinches ramas me hará cambiar de idea y empezaré convivir con la bola de marginales estos.

Al pedirme confirmar mi asistencia les mencioné que:
1. Me valen pito ustedes y el Ajusco
2. Estudié para no andar sembrando arbolitos.
3. No voy a la oficina a hacer amigos sino a trabajar.
4. Me contrataron para pensar, no para llenarme las manos de tierra.
5. No estoy alejado de la convivencia, soy misántropo.
6. Para comer quesadillas mejor en la esquina de Campeche y Cuernavaca.

Expuestas mis razones no tuvieron más remedio que decirme “esperamos que a la próxima si puedas ir”