Pelucas Superstar

No hay cosa que me haga sentirme más en casa que estar con mis jefítos, es verdad no visito la casa de mis mayores con la frecuencia que debería de hacerlo sin embargo está padre ver que de alguna manera todo ha cambiado pero a la vez nada es igual. La preocupación de mi abnegada progenitora que sufre del complejo de culpa judeocristiano e intenta compensar los días que no me ha hecho desayuno consintiéndome y poniendo papaya picada, jugo de naranja recién exprimido, pan con mantequilla y mermelada acompañados de huevos revueltos con jamón al pie de mi cama. Los partidos de fútbol televisados que con mi jefito el dr. nos chutamos, lo borrachines de Paco Puyiky, Alvarete y los Larios que igual siguen empedándose antes de que abran pista, en el perro que se pone ñero porque ni lo pelan, en mi lugar a la mesa, enfrente del Dr y en la imperdonable visita a Pelucas Superstar.

Con el maestro Pelucas me une una relación fraterna al igual que a todos los gueyes respetables de la colonia. Él estuvo pendiente de mis pelos tiesos desde hace 15 años. Ha sido testigo de mis 2 rapadas e incluso intentó persuadirme, de viajes, confidente de mal de amores, mi rival en la duela en partidos de basketball, el único que a pesar de verlo cada seis meses es el que me deja el cabello perfecto. Es él que me entera de todos los chismes de la colonia, mientras me hace el corte de siempre y arregla la barba y me ofrece un Tv Novelas atrasado o el periódico del día, ese que me sigue diciendo “qué milagro” como si tuviera 12 años y no estuviera abotagado de lo pedo que soy. El que empezó cobrando 15 y hoy después de 15 años cobra 40 porque todo -está muy caro-, la súper estrella de las tijeras y la máquina con la zapata del uno que me sigue razurando a navaja, dejando ese olor a alcohol y talco barato acompañado de la sonrisa de saber que aún después de que ha pasado el tiempo todavía tengo 12 años y estoy cerca a cuadra y media de mi casa.

Larga vida al maestro de las tijeras: Pelucas Superstar.